1.
LOS ESTOICOS
Los
estoicos aparecieron por primera vez en la época antigua, en Grecia.
Fueron célebres en el imperio romano (Séneca) y ha habido muchos
estoicos en épocas posteriores (Quevedo en España o Spinoza en
Holanda). El principio fundamental de la conducta ética para un
estoico es la Ataraxia o
Imperturbabilidad (QUE NO ME AFECTE LO QUE YA NO PUEDO EVITAR Y NO
SER MUY SENSIBLE PARA QUE LA VIDA NO ME HAGA MÁS DAÑO DEL
IMPRESCINDIBLE) Disposición del ánimo gracias a la cual alcanzamos
el equilibrio emocional mediante la disminución de la intensidad de
nuestras pasiones y deseos, y a la fortaleza del alma frente a la
adversidad. Tranquilidad espiritual, paz interior.
Esta
disposición del espíritu es muy parecida a la apatía propuesta por
los antiguos estoicos e incluso muchos autores no creen necesario
distinguirla. Sin embargo se pueden señalar algunas diferencias.
Así, la apatía, en la Antigüedad, es más típicamente estoica y
la ataraxia se encuentra con más frecuencia en las propuestas de los
filósofos epicúreos y escépticos. Sin embargo en Quevedo o en
Spinoza encontramos más “ataraxia” que “apatía” (o
indiferencia). La ataraxia sería el estado anímico que nos permite
alcanzar la felicidad. Se consigue mediante la disciplina del apetito
para que éste nos presente sólo deseos moderados, y tras aprender a
aceptar los males y a renunciar a los deseos cuando sean imposibles
de cumplir. El matiz más importante que separa la ataraxia de la
apatía es que la apatía promueve la felicidad como consecuencia de
la eliminación de las pasiones y deseos (ser feliz porque nada me
importa ni me molesta); por el contrario, la ataraxia lo hace
mediante la creación de la fortaleza espiritual, fortaleza frente al
dolor corporal y las circunstancias adversas (no importa tanto ser
feliz como ser digno). Aunque en el fondo los dos estados anímicos
llevan a las mismas consecuencias: indiferencia o imperturbabilidad
ante todo. Epicuro compara el estado espiritual de la ataraxia con el
total reposo del mar cuando ningún viento mueve su superficie.
Finalmente, tanto un estado como el otro otorgan al sabio la
libertad: libertad frente a las pasiones, afectos y apetitos,
libertad ante la coacción de otras personas, libertad ante las cosas
y circunstancias que se oponen a nuestros proyectos.
Los
estoicos antiguos tenían un gran dilema: al asociarse con otras
personas se corre el riesgo de perder la tranquilidad. Pero si no nos
asociamos con otras personas, no podemos cumplir con el deber de la
ciudadanía activa, y como la ciudadanía activa deberá regir todos
los actos es imposible seleccionar con qué tipo de persona nos
relacionamos. Siempre habrá gente que conseguirá hacernos perder
los nervios.
El
estoicismo aplicado a tu edad y a tu época.
Como es imposible seleccionar las personas con las que nos cruzamos en el día a día, deberíamos tener un máximo de cuidado en la selección de los amigos. Es importante que nuestros amigos compartan nuestros valores y que tengan una visión positiva ante la vida. Los vicios se comparten muy rápidamente. Al relacionarnos como amigos con personas que no tienen valores parecidos a los nuestros es posible que nos despierten deseos que no están de acuerdo con nuestra búsqueda de la tranquilidad. Las personas que tienen una visión pesimista de la vida suelen quejarse muy a menudo intentando que los amigos les confirmen su miseria. En este caso será difícil aplicar el lema de no preocuparse por lo que no puedes controlar. Estos dos consejos también se pueden aplicar a la participación en eventos y reuniones. Epicteto recomendaba reducir la participación en banquetes de personas sin amor por el conocimiento, ya que en estas ocasiones solo se habla de gladiadores (hoy diríamos, de fútbol).
Como es imposible seleccionar las personas con las que nos cruzamos en el día a día, deberíamos tener un máximo de cuidado en la selección de los amigos. Es importante que nuestros amigos compartan nuestros valores y que tengan una visión positiva ante la vida. Los vicios se comparten muy rápidamente. Al relacionarnos como amigos con personas que no tienen valores parecidos a los nuestros es posible que nos despierten deseos que no están de acuerdo con nuestra búsqueda de la tranquilidad. Las personas que tienen una visión pesimista de la vida suelen quejarse muy a menudo intentando que los amigos les confirmen su miseria. En este caso será difícil aplicar el lema de no preocuparse por lo que no puedes controlar. Estos dos consejos también se pueden aplicar a la participación en eventos y reuniones. Epicteto recomendaba reducir la participación en banquetes de personas sin amor por el conocimiento, ya que en estas ocasiones solo se habla de gladiadores (hoy diríamos, de fútbol).
Recuerda
que tú también eres insoportable (para algunos) Hay
ocasiones en las que no se puede huir de la interacción con la gente
que te cae mal. Marco Aurelio recomienda recordar en estas ocasiones
que nosotros también caemos mal a algunas personas (aunque no te lo
creas). Además la sociedad necesita todo tipo de persona, así que,
aunque personalmente es difícil soportarlos, vale la pena tratarlos
con cortesía, ya que estas personas también son parte de la
comunidad. Un estoico no le va a faltar el respeto a nadie por el
simple hecho de que no vale la pena desperdiciar energía en actos o
pensamientos negativos.
2.
EPICUREÍSMO O HEDONISMO
La
felicidad, para Epicuro, consiste
en el placer (hedoné).
"El placer es principio y culminación de la vida feliz. Al
placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros
connatural, de él partimos para toda elección y rechazo y a él
llegamos juzgando todo bien con la sensación como norma". Pero
no todos los placeres son igualmente deseables, ni deseables en todo
momento y en cualesquiera circunstancias. Por eso, dice Epicuro, es
preciso tener un "recto conocimiento de los deseos" y de
sus objetos, los placeres, para saber a qué deseo conviene dar
satisfacción en cada situación y para saber a qué tipo de placeres
hay que dar prioridad frente al resto.
"Como el placer es el bien primero y connatural, precisamente por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una molestia mayor. También muchos dolores estimamos preferibles a los placeres cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos acompaña mayor placer. Ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la naturaleza y, sin embargo, no todo placer es elegible; así como también todo dolor es un mal, pero no todo dolor siempre ha de evitarse. Conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente, porque en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como de un bien" (Carta a Meneceo, 129-130).
Epicuro
advierte contra sus críticos contemporáneos que cuando habla del
placer como "bien supremo" y "fin último de la vida"
no se refiere "a los placeres de los disolutos y de los que se
dan en el goce" desordenado y sin medida, sino "a la
ausencia de dolor físico (aponía)
y a la ausencia de turbación en el alma (ataraxía)".
Que el placer se convierta en un "bien", depende
estrictamente de la sabia elección
del que actúa, de la sabiduría y la "prudencia"
(phrónesis)
con que se elija uno de
entre todos los comportamientos posibles. Y la sabiduría "enseña
que no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y
justamente". Pues "las virtudes son connaturales a una vida
feliz, y el vivir felizmente conlleva siempre la virtud" (Ibid,
132).
De algún modo, esta afirmación pone límite a un hedonismo irreflexivo y simplista. Según Epicuro, "es preferible ser infeliz viviendo racionalmente, que feliz de manera irracional". (como el cerdo que se revuelca en el lodo). Para Epicuro, en efecto, no toda felicidad tiene el mismo rango: la felicidad primaria y despreocupada en la que se complace el insensato no tienen el mismo valor que la felicidad buscada reflexiva y responsablemente por el sabio.
El
hedonismo aplicado a tu edad y a tu época.
Es
preferible la ausencia de dolor cuando este es innecesario a sufrir
dolor si no es por un bien que merezca la pena (dolor de parto, dolor
de el esfuerzo en el deporte, etc.). Esto es obvio. Pero hay quienes
prefieren gozar de un placer muy intenso pero corto y pagar el alto
precio por ello de un dolor intenso y prolongado (drogadictos). Son
preferibles los placeres duraderos -que suelen ser intelectuales- a
los pasajeros. La combinación entre ambos en la vida la hace más
agradable. Pero aquellos pueden disfrutarse más tiempo y a todas las
edades (las artes) mientras que estos últimos no siempre pueden ser
disfrutados (festines, sexo, embriaguez alcohólica, etc.) Los
primeros no dañan la salud si no se descuida el ejercicio físico.
Los segundos, cuando son excesivos, sí.
3.
LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD. EL EUDAIMONISMO (O EUDEMONISMO O ÉTICA
DE LA FELICIDAD) SEGÚN ARISTÓTELES
El
término eudemonismo viene
de eudaimonía, que
en griego quiere decir ‘felicidad’. Literalmente significa “estar
en buen (eu-) daimon”. ¿Qué es “daimon”?
Esta palabra aparece ya en la Ilíada de
Homero (XV, 468) y refiere a las divinidades menores. Sócrates decía
que este daimon, por detrás de él, le decía lo que no tenía que
hacer (como la voz de su conciencia, diríamos hoy) Después, con el
Cristianismo, la palabra “daimon” vino a significar algo malo. En
cualquier caso, es un estado, no un sentimiento. La felicidad tal y
como la entendieron los griegos es un “estado de dicha”.
Para
Aristóteles (384-322 a. de C), principal representante de esta
corriente ética, la felicidad es la meta última del hombre. Dicha
felicidad requiere dos condiciones:
a)
Cierta autosuficiencia (no depender en exceso de nada ni de nadie que
no sea estrictamente necesario para la vida); b) Buscar la excelencia
o “areté” -de aquí en adelante se la llamará “virtud”;
c) La ausencia de males como la enfermedad, las desgracias personales
y la soledad.
Aristóteles
se basó en las características de la naturaleza humana para definir
la felicidad. Somos seres inteligentes dotados de lenguaje y
raciocinio y eso nos diferencia al ser humano de los animales. Por lo
tanto, como la actividad intelectual es lo más propio del hombre y
lo que le define como animal racional, las personas debemos encontrar
la felicidad realizando dicha actividad intelectual que nos es
propia: la adquisición de conocimiento es fuente de felicidad para
el ser humano. Pero como esto no siempre es asequible a todo el mundo
(no hay medios materiales o bien falta la inteligencia o la fuerza de
voluntad para ello) es normal que se persiga la felicidad por otras
vías. La felicidad no es algo que se siente -aunque puede decirse,
puntualmente, que uno se siente “feliz”, “dichoso/a” e,
incluso “eufórico/a”. La felicidad es un estado y, aunque no se
pueda o no se quiera buscarla en el conocimiento, también requiere
de la inteligencia: la inteligencia práctica (“phronesis”)
que se traduce del griego como “prudencia”. La prudencia nos guía
hacia las acciones acertadas como la puntería a dar en el centro de
la diana. Una acción acertada o virtuosa es la que está en el
término medio entre un vicio por exceso y otro por defecto. Este
término medio no siempre es el mismo sino que depende de la
situación y del estado de la persona. La sabiduría que da el
conocimiento, por un lado, y la prudencia, por otro, son virtudes
teóricas o dianoéticas. La segunda nos lleva a las virtudes o
excelencias éticas: la justicia, la templanza, la valentía, la
fortaleza, la generosidad, la moderación... Estas nos llevan a la
felicidad porque la vida, una vez que nos salen de modo natural, se
nos torna agradable y mejor. Y, sobre todo, permite evitar decisiones
desafortunadas. Es valiente quien huye cuando todo está perdido y
quien lucha a muerte cuando está todo lo importante de la vida en
juego. Cobarde o temerario quien se queda corto o se excede. El
problema de actuar virtuosamente es que hay una sola forma de acertar
y muchas de equivocarse.
El
eudaimonismo aplicado a tu edad y a tu época.
Si
tienes una vocación en la que consideras que tu inteligencia
“natural” tiene toda su proyección persigue desarrollarla por
todos los medios. Si eres inteligente, no te engañes a ti mismo/a
optando por una vida vulgar donde no se ejercita la inteligencia
porque te “liberarás” de preocupaciones a corto plazo pero te
pasará factura a largo plazo. Haz aquello que te ennoblece, que te
hace excelente y no te preocupes ni lo más mínimo de que los demás
no lo hagan. Serás feliz igualmente.