"No hay manera de escapar a la filosofía […] Quien rechaza la filosofía profesa también una filosofía pero sin ser consciente de ella." Karl Jaspers, filósofo y psiquiatra. "There is no escape from philosophy. Anyone who rejects philosophy is himself unconsciously practising a philosophy." [Karl Jaspers, Way to Wisdom 12 (New Haven: Yale University Press, 1951)]

Visionado de 'El nombre de la rosa' en Historia de la Filosofía de Segundo de Bachillerato. Fundamentación


El visionado de esta película (o, mejor aún, la lectura del libro) responde al intento de no dejar de lado la filosofía del XIV, dada en plena crisis del Papado (Juan XXII y la Corte papal de Aviñón), donde los franciscanos ingleses y la Universidad de Oxford propiciaron un ambiente donde pudieron separarse (hasta un cierto punto) del pensamiento aristotélico tradicional y empezar a proponer un método distinto de investigar la naturaleza yendo a ella misma, proponiendo hipótesis, etcétera. Surgió un primer conato de entender la ley de inercia (aunque su paternidad se le debe, cierto es, a Galileo) y las primeras fórmulas físicas mediante representaciones geométricas. El historiador de la Filosofía que más ha estudiado esta época ha sido Pierre Duhem. En cualquier caso, se debe ser prudente porque una cosa es que hubiera una corriente relevante dentro de la universidad y de las órdenes mendicantes medievales que no obstaculizó el desarrollo científico y que, incluso, contribuyó a él y otra cosa diferente es adelantar más de dos siglos la revolución científica. Pero sí es interesante ver cómo el Empirismo y el Pragmatismo anglosajones tienen raíces pre-modernas: en el Nominalismo, cuyo mayor representante fue Guillermo de Occam (en quien se inspira el autor de la novela para Guillermo de Baskerville, junto al Holmes de esta última, más oscura e inesperada novela del personaje de Conan Doyle: El sabueso de los Baskerville). El nominalismo es una posición filosófica que niega que existan las ideas abstractas, ni fuera de la mente ni dentro de ella (en forma de conceptos) sino que lo que sucede cuando pensamos abstractamente es que aprendemos a asignar nombres comunes a objetos similares. Pero no hay dos cosas iguales en la naturaleza. Cuando le aplicamos un nombre a un género de cosas estamos sacrificando sus diferencias porque nos es útil hacerlo, no porque eso que le quitamos sea accidental y nos quedemos con lo sustancial. Lo que llamamos sustancial es, para un nominalista, lo que nos es más útil y es sustancial “para nosotros”, no en sí mismo. Pensar no es tan distinto de manipular objetos con la mano. Pero las palabras son “herramientas” muy versátiles, tanto que se pueden quedar incluso vacías de función.

La novela, que es de recomendar a los alumnos una vez que han hecho un visionado reflexivo de la misma (y este ha de hacerse siempre una vez que se han examinado de la Filosofía de la Edad Media, no antes) acaba así:


"Me hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una unión inefable, y en ese hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad, y en ese abismo mi espíritu se perdera a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen.

Hace frío en el scriptorium, me duele el pulgar. Dejo este texto, no sé para quién, este texto, que ya no sé de qué habla: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus".


     “La rosa prístina permanece en su nombre. Solo nos quedan los nombres vacíos”

Para Adso, que es el narrador, este verso vendría a abundar en el tópico del “Tempus fugit” (y también en el del “Ubi sunt...?”). Es de un poema de Bernard de Morlay. Sin embargo, para Eco, semiólogo y conocedor de la Filosofía nominalista, el “nombre vacío” representa un signo indefinido. La rosa del título es un símbolo tan colmado de significados, tan “prostituido” por la poesía como metáfora, por la gramática latina como ejemplo, etcétera, que ha devenido en espacio vacío que cada lector puede rellenar con su propia interpretación. Es una concepción del lenguaje post-estructuralista, que proviene de Saussure, Roland Barthes y que continúa con Foucault (Las palabras y las cosas) y Deleuze, Derrida...  Concepción en pleno apogeo en los años 80, cuando escribió el libro. De hecho, Eco dejó dicho que tenía en mente que Pedro Abelardo, el filósofo nominalista francés (conocido por su historia de amor con Eloísa, su alumna), usaba el ejemplo de la proposición "Nulla rosa est" para demostrar cómo el lenguaje puede hablar tanto de lo que no existe como de lo que ha sido destruido. 

Además de la afirmación nominalista, también puede aludir a que la rosa era la muchacha y que al narrador sólo le queda la idea y el recuerdo del amor de su vida.

Hay quien también encuentra una clave en sor Juana Inés de la Cruz, la monja mexicana del XVII:

Rosa que al prado, encarnada,
te ostentas presuntuosa

de grana y carmín bañada:

campa lozana y gustosa;

pero no, que siendo hermosa
también serás desdichada.

En una entrevista relativamente reciente el autor dice:


 ¿Por qué eligió ese título?

- —Era el último de una lista que incluía entre otros La abadía del crimen, Adso de Melk, etcétera. Todos los que leían la lista decían que El nombre de la rosa era el mejor.



- —Es también el cierre de la novela, la cita latina.

- —Que yo inserté para despistar al lector. Pero el lector lo que hizo fue seguir todos los valores simbólicos de la rosa, que son muchísimos.

- —¿Le molesta el exceso de interpretación?
- —No, soy de los que piensan que a menudo el libro es más inteligente que su autor. El lector puede encontrar referencias que el autor no había pensado. No creo tener derecho a impedir que se saquen ciertas conclusiones. Pero tengo el derecho de obstaculizar que se saquen otras.

- —Explíquelo un poco mejor.
- —Los que, por ejemplo, en la "rosa" encontraron una referencia al verso de Shakespeare "a rose by any other name", se equivocan. Mi cita significa que las cosas dejan de existir y quedan solamente las palabras. Shakespeare dice exactamente lo opuesto: las palabras no cuentan para nada, la rosa sería una rosa con cualquier nombre.

ENTREVISTA A UMBERTO ECO. Y así le puse nombre a la rosa

http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2006/08/26/u-01259241.htm


Este contexto filosófico de escepticismo que es el Nominalismo era el ambiente intelectual (no la causa) en el que pudo llevarse a cabo la tímida pre-revolución científica que he descrito en el primer párrafo.  Guillermo de Occam, además de proponer el Nominalismo y cuestionar la Escolástica de Santo Tomás, escribió un tratadito contra lo que él llamaba gobierno tiránico del Papa.  Es conocida la crueldad de Juan XXII (Iacobus de Matilde Asensi es una novela recomendable al respecto).