En W. Dilthey encontramos la distinción entre "ciencias de la naturaleza" y "ciencias del espíritu" -forma, en cierto modo, dualista y espiritualista de entender la clasificación de las ciencias-, distinción donde la libertad humana es la clave: ciencias de la naturaleza serían las ciencias que tratan relaciones de causa-efecto y ciencias del espíritu (o "humanas y sociales", diríamos hoy) aquellas donde hay que contar con la libertad humana (en el sentido de "libre albedrío") y consisten en el estudio de (y a partir de) relaciones en el seno de instituciones ya dadas previamente.
Esto con respecto al punto de vista espiritualista y dualista de clasificar las ciencias. Desde este punto de vista las ciencias formales (Matemáticas y Lógica) quedan al margen de ambos tipos (naturales y "del espíritu") porque son, las Matemáticas y la Lógica, meras ciencias vacías, sin contenido; ciencias instrumentales, que se usan como instrumento al servicio de otras (la Física, la Economía, etcétera.)
Pero podemos rescatar esta clasificación sin tener que usar términos como "libertad" o "espíritu", que son muy discutibles desde el punto de vista de las propias ciencias. Para hacer esto tendremos que recurrir a un enfoque materialista pluralista de las ciencias. Tal enfoque diferencia entre, por un lado, ciencias donde las operaciones de los científicos no son continuas sino separables -separables de las operaciones que se dan en el campo científico que estos estudian; por ejemplo: las operaciones del matemático que demuestra un teorema con todos los intentos y errores que comete quedan completamente al margen del resultado final: el teorema- y ciencias en las que dicha separación no es posible y en donde las operaciones del campo y las del científico se influyen mutuamente -por ejemplo: el economista que, para poder proponer una teoría acerca de las motivaciones del consumidor ha de operar él mismo como individuo-consumidor y, viceversa, los consumidores que bajo el efecto de ciertas medidas tomadas por políticos siguiendo a los economistas acaban por dar un sentido económico explícito a sus conductas ("Tengo mejores cosas en las que invertir mi tiempo", "La educación no es gasto es inversión", "He de aprender a gestionar mejor mis emociones" son frases que se oye decir a la gente.)