"No hay manera de escapar a la filosofía […] Quien rechaza la filosofía profesa también una filosofía pero sin ser consciente de ella." Karl Jaspers, filósofo y psiquiatra. "There is no escape from philosophy. Anyone who rejects philosophy is himself unconsciously practising a philosophy." [Karl Jaspers, Way to Wisdom 12 (New Haven: Yale University Press, 1951)]

Iván y Smerdiakov. Si Dios no existe... "Los hermanos Karamazov"


-Dios es testigo. Tal vez yo sea culpable, tal vez haya deseado secretamente la muerte  de mi padre; pero juro que no te he inducido a cometer el crimen. ¡No y mil veces no! Sin embargo, estoy decidido a confesar mañana a la justicia mi parte de culpa. Lo diré todo.  Pero tú vendrás conmigo. Acepto de antemano todo lo que puedas declarar contra mí, a incluso lo confirmaré. Pero también tú tendrás que confesarlo todo. ¡Vendrás conmigo y dirás la verdad, toda la verdad! 


Iván se expresaba con tanta energía y gravedad, que bastaba mirarlo a los ojos para  comprender que mantenía su palabra.

-Usted está enfermo, muy enfermo: bien se ve -dijo Smerdiakov sin ironía,  compadeciéndolo-. Tiene los ojos amarillos. 


-¡Iremos juntos! -insistió Iván-. Y si no me acompañas, iré solo y lo explicaré todo. 


Smerdiakov reflexionó un momento. Luego dijo categóricamente: 


-No, usted no irá. 


-¡Iré! 


-Confesarlo todo sería una gran bochorno para usted. Por otra parte, su declaración  sería inútil, pues yo negaría haber mantenido esta conversación. Diría que obraba usted  así impulsado por su evidente enfermedad, o porque, compadecido de su hermano, quería  sacrificarse por él... y sacrificarme a mí, que jamás he sido nada para usted. Además, no  lo creerían; no tiene usted ninguna prueba. 


-¿Qué mejor prueba que ese dinero que tú mismo has puesto ante mis ojos para 
convencerme? 


Smerdiakov retiró el libro y dejó al descubierto los billetes. 


-Tómelo -dijo suspirando. 


-¡Claro que lo tomaré! 


Pero en seguida añadió, mirándolo con un gesto de extrañeza: 


-Lo que no comprendo es que me lo entregues, habiendo matado para apoderarte de 
él. 


-Ya no lo necesito -repuso Smerdiakov, y su voz temblaba-. Al principio sí que lo  quería. Tenía el propósito de establecerme en Moscú o en el extranjero. Éste era mi  sueño, nacido de la idea de que, como usted decía, «todo está permitido». Usted me  enseñó a pensar así. Si Dios no existe, tampoco existe la virtud o, por lo menos, no sirve  para nada. He aquí el razonamiento que me hacía. 


-Has llegado a esa conclusión por tu propia cuenta -dijo Iván un tanto turbado. 


-Bajo la influencia de usted. 

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