"No hay manera de escapar a la filosofía […] Quien rechaza la filosofía profesa también una filosofía pero sin ser consciente de ella." Karl Jaspers, filósofo y psiquiatra. "There is no escape from philosophy. Anyone who rejects philosophy is himself unconsciously practising a philosophy." [Karl Jaspers, Way to Wisdom 12 (New Haven: Yale University Press, 1951)]

De Locke a Hume






Locke retoma la cuestión del origen del conocimiento humano y de la naturaleza de las ideas, en abierta oposición y crítica al racionalismo cartesiano, si bien influido por su método, y por su representacionismo barroco (idealismo moderno, diferenciable del idealismo realista de Platón).

La mente humana es para Locke un papel en blanco (the mind is a white paper). Quiere decir que todo nuestro conocimiento, todas las ideas de la mente son producto del aprendizaje, de la experiencia, del conocimiento sensible. La experiencia es la fuente del conocimiento humano. En el capítulo primero afirma: “Supongamos, por tanto, que la mente, es según decimos, como un papel en blanco, carente de todo signo, sin ninguna idea, ¿cómo llega a estar provista de ellas? A esto respondo con una sola palabra, de la experiencia; en ella se funda todo nuestro conocimiento y de ella se deriva en última instancia”. Las ideas son cualquier contenido de conciencia obtenido por la experiencia. Según Locke estas ideas son de dos tipos: de sensación y de reflexión. La sensación es la experiencia externa, las percepciones a través de las cuales conocemos el mundo que nos rodea, por ejemplo la luz, el color, etc. La reflexión es la experiencia interna por la que conozco mis estados de ánimo, si estoy triste o alegre. Sensación y percepción son las dos fuentes del conocimiento humano, por tanto rechaza desde el capítulo primero la posibilidad de ideas innatas o caracteres originarios impresos en la mente. Las ideas son a su vez simples y compuestas. Las ideas simples son los materiales del conocimiento, que nuestro entendimiento organiza formando ideas compuestas, repitiendo, comparando y uniendo las ideas simples. Así se expresa en el capítulo 12: “Pero aunque es cierto que la mente es completamente pasiva en la recepción de todas sus ideas simples, también es cierto que ejerce varios actos propios por los cuales forma otras ideas, compuestas de sus ideas simples, las cuales son como los materiales y fundamento de todas las demás.”
John Locke, personaje de Lost

En la formación de las ideas compuestas, Locke dedica una atención especial a la idea de sustancia -noción básica en la metafísica cartesiana -. Esta idea de sustancia es en realidad la unión de un cierto número de ideas simples que pertenecen a un solo sujeto. Por ejemplo, de una mesa tengo ideas simples en cuanto a la forma, al color, a la textura etc., esas ideas las une la mente suponiendo un sustrato donde subsisten, el concepto o nombre de mesa. Pero este sustrato o sustancia no es más que una necesidad psicológica de unificar todas las percepciones o ideas simples en un sujeto o sustancia única. Locke no niega tajantemente la existencia de esa sustancia, sino que afirma su incognoscibilidad. Las tres sustancias más importantes son, la sustancia corpórea, el alma y Dios. No tenemos un conocimiento cierto y riguroso de ellas, sino una suposición o creencia. Locke coloca a la corriente empirista en el camino del agnosticismo y del escepticismo que desarrollará hasta sus últimas consecuencias David Hume.
David Hume, personaje de Lost
Es preciso señalar la introducción de un nuevo término por parte de Hume en la cuestión filosófica de en qué consiste la validez de las ideas. Este nuevo término, cuya adición a la problemática moderna será  crucial, se denomina “impresión”. A este respecto conviene recordar que en la relación de la idea con la mente hay que distinguir entre la mera facticidad psicológica y la validez, que se caracteriza, frente a la primera, por tener posible uso cognoscitivo. Ahora bien, la distinción entre estos dos ámbitos no es tarea sencilla y, de hecho, de la dificultad de pensar la validez surgirá la necesidad de la aparición del término “impresión”, cuya comprensión está mediada, entre otros, por el estudio de Descartes.  De este modo, ante los problemas suscitados por la cuestión de la validez, ahora ya en Hume, se opone la extensión –conocida indirectamente- y lo que nos presenta la sensibilidad, lo sentidos, directamente, y de esto se sigue que no sea más presente (más válido) lo sensible traducido y reducido a extensión (como quería Galileo y, también, Descartes); además, entra aquí en juego la impresión, que es aquella facticidad inmediata (lo que hay para mi conciencia aquí y ahora) a partir de la cual se conforman las ideas.  

Las ideas simples derivan de impresiones.  Las ideas, relacionadas las unas con las otras, pueden producir en mí una impresión de reflexión.  Por ejemplo, la impresión que Descartes llama “evidencia” (claridad y distinción) aparece ante la relación de ciertas ideas cuyo origen último son algunas impresiones sensibles y por lo tanto no puede ser el criterio de validez.  Por lo tanto, para Hume, las matemáticas obtienen su certeza por ser una simplificación interesada de una realidad empírica a la que no pueden agotar en todo su ser (contra el matematicismo de Descartes y Galileo). 

¿Cómo se relacionan las ideas?  Puede distinguirse, dos tipos de relaciones:  

Primer tipo: la relación de la idea con su contrariedad misma donde aparece la noción de existencia.  Decir de A que “no A” no añade nada a A y por esto la existencia no es una propiedad sino una posición en mi conciencia.  Conclusión: si la existencia no es una propiedad, el argumento ontológico, tanto en la versión de San Anselmo como en la de Descartes, queda anulado.  La existencia NO es idea alguna, ni siquiera, en terminología humeana, “idea abstracta” (pues no es algo que pudiera pertenecer a un elenco de ideas diferente de otras pues vale igual para todas) 

Segundo tipo: relaciones de ideas propiamente dichas (semejanza, contigüidad, etcétera).  Lo interesante del estudio de estas relaciones no es clasificarlas sino ver cómo otros argumentos del racionalismo sobre la existencia de Dios (la “marca del Creador”), así como lo que queda del tomismo en Descartes y en Locke (sustancia, recurso a las Vías para demostrar la existencia de Dios) quedan seriamente cuestionados por el estudio de Hume sobre estas relaciones de ideas abriendo el camino a Kant.  Nos centraremos en la cuestión de la relación causa-efecto. Esto tiene una relación directa con lo anterior: si la existencia no compete a las relaciones de ideas con ello se está poniendo en duda la relación causa-efecto entre ciertas ideas particulares, pues no puede legítimamente saberse que de una derive la existencia de otra de ellas. Lo que puede decirse es que son contiguas en el tiempo habitualmente: la costumbre de que aconteciendo A sucede B causa en mí el principio de causalidad,  Parece haber una aparente contradicción (como señaló el filósofo B. Russell), pues es como si Hume dijera que la causalidad no existe en las cosas pero que ella misma es consecuencia de una causa: la costumbre.  Pero Hume no ataca el principio general de que hay vínculos y relaciones de causalidad sino que podamos estar seguros de forma clara y distinta de que hay este vínculo causal concreto.  En el conocimiento de los fenómenos físicos no hay necesidad ni certeza absoluta, sino mera probabilidad fruto de la creencia de que en un futuro se producirán hechos semejantes a los que acontecieron en el pasado. La física ya no es un conocimiento seguro ni predictivo, sino meramente conjetural y probable.  Sobre el mundo físico (la “res extensa” de Descartes) no podemos declarar menos reales las cualidades secundarias que las primarias.  Tan sólo puede decirse que sobre las segundas no se dejan aplicar las relaciones de ideas (matemáticas especialmente) a ciertas cuestiones de hecho, algo que sí puede hacerse sobre las primeras.  Sobre las cualidades secundarias cabe un cierto conocimiento en tanto que cuestiones de hecho simplemente.  Además la sustancia pensante no tiene por qué ser una sustancia, ni siquiera un yo estable sino una sucesión de impresiones, ideas –relaciones de ideas- e impresiones de reflexión.  Con respecto a Dios cabe también el escepticismo.  Porque el recurso a la causalidad ha quedado roto no podemos afirmar que haya una causa de las ideas que no sean las impresiones mismas, única fuente de la validez del conocimiento.

Con respecto a la moral, Hume señala cómo hay ciertas extrañas impresiones de reflexión peculiares llamadas “calm passions” (pasiones tranquilas) acerca de ideas complejas que describen situaciones morales en las que no está involucrado el supuesto “yo” al que refieren esas impresiones y, aún así, se da esa pasión tranquila (por ejemplo, la indignación por lo que unos hacen a otros que no tienen nada que ver con mi situación).  Hume consideró que los sentimientos morales o “humanidad” son comunes a todos los hombres y que se manifiestan en todos los hombres del mismo modo ante la percepción de las mismas acciones o cualidades.  Este punto de vista sugiere que el placer y el dolor abarca tipos muy distintos de sensaciones: desde las sensaciones meramente subjetivas de placer y dolor atribuibles a modificaciones corporales, hasta las sensaciones de placer consecuencia de la percepción de objetos estéticos. Precisamente los sentimientos morales, según Hume, guardan cierta semejanza con los que aparecen en la experiencia estética (por ejemplo, porque ambos son desinteresados), y en su análisis de la conducta moral compara a ésta con la experiencia estética para mostrar que no es la razón sino el sentimiento el criterio fundamental.