"No hay manera de escapar a la filosofía […] Quien rechaza la filosofía profesa también una filosofía pero sin ser consciente de ella." Karl Jaspers, filósofo y psiquiatra. "There is no escape from philosophy. Anyone who rejects philosophy is himself unconsciously practising a philosophy." [Karl Jaspers, Way to Wisdom 12 (New Haven: Yale University Press, 1951)]

Líneas principales del pensamiento de Kant

Hume, en una partida de billar que recuerda su célebre ejemplo para ilustrar que no hay conexión necesaria entre la causa y el efecto, le dice a Kant, desafiante, que es su turno.  Y él replica con el "Yo pienso" de Descartes.

Kant realiza la gran síntesis de la Filosofía moderna: la síntesis entre Racionalismo y Empirismo.  Para hacerla propone un giro copernicano en Filosofía. Así como Copérnico resolvió los problemas de la astronomía suponiendo que el sol estaba en el centro, Kant resuelve la contradicción entre Racionalismo y Empirismo poniendo la distinción entre forma y materia en el conocimiento y no en la realidad.  La materia del conocimiento son las impresiones que llegan a nuestra Sensibilidad, una Sensibilidad que las dota ya de una forma específica.  Además de la Sensibilidad, el Entendimiento contribuye también a dar forma a ese "caos de sensaciones" -expresión del mismo Kant- que para un sujeto de conocimiento cualquiera (en adelante, “sujeto trascendental”) no aparece nunca como un completo caos sino como una realidad ordenada, con sustancias y accidentes, relaciones de causa-efecto, etcétera. Para Kant el sujeto de conocimiento no es un mero papel en blanco, como dicen los empiristas. Porque aunque en ese papel no hay escrito nada antes de la experiencia el mismo papel, por seguir con la misma metáfora, impone una estructura a lo que allí “se escribe”.  La tesis puede resumirse con una frase del mismo Kant: “Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia pero no todo él procede de ella”. [Si se quiere usar la metáfora informática podría decirse que el sujeto conocedor no dispone de contenidos u objetos a priori (como pensó Descartes de la idea de “infinito-Dios”, por ejemplo) pero sí de “programas” instalados. Los programas por sí solos, sin archivos, no “hacen nada”; los archivos sin programas “no se entienden”.]


Para entender esta tesis hay que diferenciar entre estructuras y contenidos. Las estructuras las posee el sujeto mientras que los contenidos a los que se aplica esa estructura los suministra la experiencia. Sin las estructuras no habría conocimiento sino que el sujeto se encontraría ante un caos de sensaciones. Sin embargo, eso no es así. Los fenómenos se nos manifiestan con un orden y, además, somos capaces de establecer relaciones de identidad entre ellos que desbordan lo meramente evidente. Kant no está de acuerdo con Hume en que el conocimiento matemático se reduzca a una serie de juicios analíticos y necesarios pero que no aportan conocimiento.  Saber matemáticas no es equiparable a aprender las reglas de un complicado juego establecido por nosotros mismos.  Para Kant las matemáticas tienen la importancia que les concedió Platón o Descartes pero, a diferencia de ellos, estas no son un "pasaporte metafísico" que nos lleve más allá de los límites de la experiencia.  Al revés: las matemáticas se basan en las dos formas más generales de la experiencia, el Tiempo (Aritmética, por la sucesión: n, n +1, n+2, etc.) y el Espacio (Geometría o ciencia del espacio puro). Kant tampoco considera que las relaciones explicadas por la Física de Newton entre fenómenos naturales se puedan reducir a una simple contigüidad entre el fenómeno A (causa) y el fenómeno B (el efecto o consecuencia) porque nuestro conocimiento es capaz de distinguir fenómenos meramente consecutivos de aquellos en los cuales encontramos un nexo causal: dos fenómenos pueden seguirse siempre (por ejemplo: el rayo y la tormenta) y no por eso consideramos que el segundo sea el efecto del primero. El conocimiento científico, tanto si es matemático como si es físico-natural, se basa en un tercer tipo de juicios, que no son meras verdades de razón ni cuestiones de hecho. Este tercer tipo son los juicios sintéticos a priori, es decir, enunciados que aportan información (sintéticos) pero que no son de fenómenos contingentes (cuestiones de hecho) sino necesarios y universales. “El triángulo tiene tres ángulos” es un juicio analítico a priori, una verdad de razón que no depende de la experiencia (el predicado está en el sujeto), pero “El triángulo es el polígono cuyos ángulos suman 180 grados” o “La fuerza es igual a la masa por la aceleración” es un juicio sintético a priori. Un juicio sintético a posteriori (cuestiones de hecho) es aquel cuya validez depende de la mera acumulación de datos de la experiencia hasta el punto de poder variar en un futuro.


La pregunta ahora es: ¿Qué clase de formas que “caen sobre” las impresiones conforman nuestro conocimiento científico a través de juicios sintéticos a priori? Responder a esta pregunta permite a Kant responder a otra igualmente importante: ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en la Metafísica, del mismo modo que lo son en las Matemáticas y en las ciencias físico-naturales? La respuesta está en el estudio de las estructuras o formas a priori del sujeto trascendental que “caen sobre” los datos de la experiencia. Esas estructuras o formas sin los datos quedan vacías y no tienen capacidad por sí mismas de producir juicios sintéticos. Kant estudia dichas estructuras en su obra más importante: “La Crítica de la Razón Pura”. Estas estructuras se dividen en dos tipos: las estructuras de la Sensibilidad se llaman intuiciones sensibles puras y son el Tiempo y el Espacio; las del Entendimiento (por el cual construimos los juicios) se llaman conceptos puros o categorías (usando el término que ya utilizó Aristóteles); finalmente, las de la Razón (por la cual unimos unos juicios con otros) reciben el nombre de Ideales de la Razón Pura.

El Espacio y el Tiempo son las dos intuiciones sensibles puras y se diferencian en que el primero recae sólo sobre los datos de la experiencia “externa” (el cuerpo y más allá del cuerpo) mientras que el segundo abarca tanto la experiencia externa como la interna (un sentimiento, por ejemplo, no ocupa lugar en el espacio pero sí tiene una duración temporal). En ambas intuiciones, como ya se dijo, se fundamentan la Geometría (espacio) y la Aritmética (sucesión temporal numérica).

Entre las categorías del Entendimiento encontramos la relación causa-efecto (que no puede reducirse a mera sucesión temporal, como quería Hume), la identidad, la sustancia, los accidentes, etcétera. Kant demuestra en la Crítica de la razón pura que los esquemas que conectan intuiciones sensibles y categorías sólo permiten que estas se puedan aplicar a objetos de la experiencia, porque todos esos esquemas están basados siempre en el Tiempo. Por lo tanto como del Yo (Alma), del Cosmos (Universo) en su totalidad y de Dios (Ser supremo, Res infinita) no tenemos ninguna experiencia temporal ni concepto basado en ella hay que concluir, con Hume, que la Metafísica es una ciencia imposible y no es un conocimiento. Yo, Mundo (Cosmos) y Dios son Ideales de la Razón Pura, no son invenciones históricas sino que son aspiraciones que todos los sujetos tienen en la medida en que aspiran a condensar toda la experiencia interna, externa y ambas mediante la referencia a una última instancia que las explique: Yo (Alma), Cosmos (Mundo) y Dios (Ser superior), respectivamente.  Pero hay un sentido en el que el "Yo pienso" sí tiene sentido para Kant: si lo separamos de la categoría, incorrectamente aplicada, de sustancia.  La vida del sujeto trascedental no es una mera sucesión de impresiones y si bien no puedo decir de mí mismo/a que yo sea una sustancia pensante sí puedo decir, según Kant, que "el yo pienso tiene que acompañar a todas mis representaciones", pues todos mis conocimientos refieren, en último término, a mí que soy quien los tengo.

¿Qué sentido tienen estos Ideales si no sabemos si ni siquiera se corresponden con algo efectivamente existente? Para Kant tienen un sentido profundamente ético.

La ética de Kant se opone al emotivismo moral de los empiristas quienes afirmaban que la razón no tiene nada que decir con respecto a los asuntos morales, de modo que los juicios sobre lo bueno y lo malo proceden de un sentido común de raíz emocional. Kant se opone igualmente a las éticas del placer (hedonismo) y, en general a todas las éticas que proponen un fin para la vida humana (incluida la de Aristóteles) porque los individuos pueden renunciar a conseguir esos fines. La ética o es universal o no es. Kant busca la categoría a priori y universal de la moral que al imponer un deber recibe el nombre de Imperativo categórico y la formula así: “Obra como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal”, la cual se concreta en la siguiente formulación: “Obra de tal modo que trates a la Humanidad, siempre y a la vez como un fin, y nunca sólo como un medio”. La ética de Kant es calificada de “rigorismo moral” puesto que no hay excepciones a la ley moral como no la hay a cualquier ley de la naturaleza. El fin jamás justifica los medios (es una ética profundamente antimaquiavélica) Esto supone que las consecuencias no importan siempre y cuando se cumpla el Imperativo.  No hay condiciones o hipótesis que valgan de excepción (es categórica, no hipotética)


Pero una vida moral fundamentada en el respeto a este Imperativo no es, desde luego, ninguna garantía de la Felicidad, ni del placer ni de ningún tipo de “recompensa”. Es en este momento de su pensamiento cuando toman pleno sentido los Ideales de la Razón Pura: los Ideales se corresponden con Postulados morales que dotan de sentido a la conducta ética. El Alma se corresponde con el Postulado de la Libertad, sin el cual no tiene sentido la Moral (el alma es libre respecto a las determinaciones del cuerpo); El Mundo (Cosmos) se corresponde con el Postulado de la Inmortalidad (sólo si el Universo tiende a un fin mejor, un Mundo venidero donde los justos reciben su recompensa) y, finalmente, Dios se corresponde con el Ideal de su necesaria existencia para que los dos postulados anteriores puedan ser reales.


Concluyendo: Kant salva al conocimiento y a la moral del escepticismo empirista pero renunciando a la Metafísica definitivamente. Sin embargo, las Ideas metafísicas no son invenciones absurdas sino que nos incitan a superarnos en el conocimiento, aspirando cada vez a saber más (desde la experiencia y sin salirnos de ella) y, además, fundamentan los Postulados de su sistema moral.




Si quieres imprimir o descargar a un lector de libro electrónico Kant para principiantes, pincha.